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Fame antigua

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Al pie del pozo negro. La galería número tres del pozo rugió como si algo se hubiera despertado de golpe. Las entrañas de la montaña exhalaron su aliento de fuego y grisú. Una explosión seca y brutal partió la roca. Arrastrando una oleada de polvo de muerte que corrió como la pólvora por los túneles. Era como si un animal furioso quisiera dar buena cuenta de todos los mineros. Todo el pueblo se agolpó en la bocamina esperando a sus hombres. Aquel esperaba a su hermano, la otra a sus hijos, esta a su marido y la niña esperaba a su padre. Todos lloraban rezando a gritos para que Dios pudiera salvarlos. Los primeros hombres fueron apareciendo por su propio pie, con lágrimas en los ojos, boqueando como pez fuera del agua y señalando hacia abajo sin poder hablar. Algunos se tiraron al suelo exhaustos, otros trataron de respirar abrazados a los suyos. La niña no veía aparecer a su padre y el dolor fue oprimiendo su joven pecho. Cuando subieron los cuerpos, la lluvia dejó de caer...

Feria lovers


Feria del libro lovers, Plaza Loranca 2

Feria Libro Lovers Plaza Loranca 2


El pasado sábado 18 de octubre, la Feria del Libro Lovers de Fuenlabrada se desplegó en el interior del centro comercial Plaza Loranca 2, un espacio que, en apariencia, no ofrecía encanto alguno: luces blancas y brillantes, música de fondo neutra, tiendas de ropa con maniquíes sonrientes y el incesante murmullo de compradores distraídos. Sin embargo, al atravesar la entrada y encontrarme entre los puestos y los compañeros escritores, descubrí que el lugar tenía su propia vida secreta, conformando una especie de teatro clandestino donde unos y otros se daban la mano sin pedir permiso.

Me moví entre los tableros envueltos en tela azul, que cada cual dispuso como creyó oportuno para que sus stands pareciesen pequeñas capillas dedicadas al culto de la tinta y el papel, mientras el aroma a libros nuevos competía con la inevitabilidad del plástico y el desinfectante de suelos. Había algo de irónico en la mezcla: el rigor solemne de la literatura instalado en un espacio de consumo de masas. Lo mejor y lo peor de la literatura en un solo espacio. Era algo así como ver el baile de unos vampiros elegantes en medio de un centro comercial con luces fluorescentes.

El primer autor que llamó mi atención fue mi compañero Luis Manuel, un tipo de mirada agradable, palabra pausada y gesto sutil, que firmaba ejemplares con la concentración de un alquimista preparando un brebaje mortal. Observé cómo un lector, distraído por un supermercado cercano, casi deja caer el contenido de una bolsa repleta de compra ante el stand donde estábamos él y su chica presentando su nueva novela "El tercer invitado", y yo con mis libros. Tanto Vero como Luis Manuel lo miraron divertidos ofreciéndole una palabra amable, como si aquel acto no hubiera invocado algún tipo de catástrofe literaria. Los miré sonriendo y, animado por ellos, también dije alguna palabra amable.

Mientras caminaba presentándome al resto de escritores, percibí que la feria parecía un microcosmos absurdo: autores hablando en susurros que pretendían ser solemnes, sonrisas cómplices, lectores hojeando libros con devoción casi religiosa, y vendedores de marcapáginas que parecían sacados de un teatro de lo macabro. Mientras tanto vi cómo uno ofrecía lápices en forma de ataúd. Un niño se aproximó y le preguntó inocente si eran “juguetes de Halloween”. Yo pensé diciendo para mis adentros con voz que imitaba la de una bruja: "no, hijito, esto son armas literarias" El autor respondió con un guiño que mezclaba ironía y amenaza velada mientras ofrecía un caramelo con cara de psicópata, lo que provocó la risa de cuántos lo vimos, sabiendo que aquel humor negro formaba parte esencial de lo que se esperaba de esta experiencia.

Decidí observar desde un extremo del pasillo principal la vida ajetreada de todos los expositores. Allí, entre luces artificiales y el eco metálico de los zapatos sobre el suelo pulido, se desplegaba un desfile de personajes variopintos. Algunos vendedores profesionales miraban a los autores de los libros como si fueran polizones en su propio barco. Ponían cara de suficiencia y condescendencia. La caída de los manteles azules parecía anunciar que cada pliegue podía desencadenar la precipitación de un imperio literario o el advenimiento de otro nuevo. Había quienes hablaban entre ellos en voz demasiado alta, mientras miraban de reojo disimuladamente las cubiertas de los libros. 

En esos instantes, iniciábamos conversaciones lo suficientemente altas para que nos escucharan, comentando tramas y personajes de nuestros libros como si se tratase de conspiraciones secretas. Hurtando algunas palabras, dejando huecos en algunas definiciones. De este modo, despertamos el interés de no pocos lectores potenciales que pasaban cerca del stand. Disimulaban no escucharnos mientras abrían sus oídos. Iba tomando notas mentales capturando cada gesto y cada risa contenida, como un cronista de lo absurdo que estaba más enfocado en aprender de quienes sabían más que en divertirse.

En el stand de al lado, Beatriz y Nuria nos alegraron la mañana derramando sus sonrisas, prodigando una conversación amabilísima y haciendo más amena la espera entre cliente y cliente. No obstante, yo seguía en mi labor de absorber y aprender. No tardé en escuchar cómo ellas les contaban a un pequeño grupo de interesados lectores cómo su último libro había sido inspirado por las “sombras que susurran en los rincones de la noche”. Sus oyentes escuchaban con atención casi reverencial, mientras asentían. La libreta mental se iba llenando de lecciones aprendidas y tomé nota de algunas mejoras a realizar para siguientes eventos en los que, sin duda, participaré.

Entre los momentos más memorables de todo el día estuvo la conversación con mi compañero Luís Manuel. Una conversación que se producía entre los huecos dejados por lectores inquietantes y quienes venían únicamente a que diésemos un caramelo a sus hijos. Luis y yo mantuvimos más de una conversación literaria de lo más agradable y enriquecedora. Comentamos de algún autor que permanecía en la penumbra de su puesto, rodeado de velas eléctricas y montones de libros de tapas negras sin moverse más que para tratar de recitar sus poesías sin rima, ritmo ni emoción. 

Hicimos una hilarante caricatura del poeta del absurdo, como dimos en llamarle. Su discurso oscilaba entre la triste melancolía de postal y la salvaje ironía de un poeta malvado. Sus supuestos poemas hablaban de escritores que juntaban palabras únicamente para lectores que jamás leían realmente. Autodenominándose el único que escribía para gente realmente inteligente. Siempre este tipo de personajes me han dado risa y pena a partes iguales. No vestía con una chaqueta de su talla, precisamente, ni el calzado era el más elegante. Su conversación entrecortada y repetitiva daba a entender algún tipo de dificultad para entablar conversaciones. Aun así, se creía por encima del bien y del mal, provocando la risa de quienes nos topábamos con él. 

Mientras hablábamos, un altavoz anunció la promoción del “combo familiar” de un restaurante cercano, y Luis Manuel frunció el ceño como si hubiera escuchado un hechizo profano. En ese momento estábamos hablando de la antología benéfica de cuentos de terror que habíamos escrito junto a otros once escritores, titulada: "Trece pasos hacia la oscuridad" que podéis encontrar en Amazon. Pero se acercaba peligrosamente la hora de la comida. Mi familia vino a la hora indicada para acercarse a un restaurante cercano al que, tras pedir mi comida, me acercaría para comer juntos y departir confidencias. Hasta que no me pusieron la comida delante, no fui consciente del hambre que tenía.

Después de comer, me despedí de ellos y encaré la larga recta final hasta las nueve de la noche. Se iba haciendo larga la velada. Sobre todo para mi maltrecha espalda. Pero lo más magnífico de todo fue que firmé mis libros a varios lectores amabilísimos: algunos pedían dedicatorias “lo suficientemente oscuras para una tarde de lluvia” —y yo cumplí con gusto—, mientras otros comentaban lo irónico de encontrar historias de fantasmas y misterios en medio del aroma a verdura y productos de limpieza. La combinación de lo solemne y lo ridículo, de lo gótico y lo cotidiano, hacía que cada encuentro tuviera un tinte poético.

A última hora, la feria comenzó a vaciarse, pero el centro comercial seguía vivo, con sus luces blancas y su música ambiental que, por contraste, hacía que las sombras de los libros y los autores parecieran más alargadas y menos densas lo que daba la sensación de que comenzábamos a diluirnos en las sombras como el magnífico día que habíamos pasado. Vi llegar a los últimos lectores y sonreí con amabilidad. Más allá, algunos de los expositores estaban recogiendo sus stands, y el eco de risas y la promesa de una cerveza bien fría tras la larga velada de diez horas se hacía físicamente real entre sus susurros. Iban compartiéndose historias no contadas que resonaban en los pasillos como un conjuro apenas contenido envueltas en risas de toda índole.

Al final, tras despedirme de todos los escritores que conocí, y mientras descendía por la pasarela hacia el garaje, sentí que la Feria del Libro Lovers de Plaza Loranca 2 no había sido solo un intercambio de libros, sino un pequeño teatro de lo absurdo y lo gótico. Un lugar donde la literatura se encontraba con la ironía del mundo moderno. Me llevé conmigo la sensación de haber asistido a una ceremonia secreta donde cada autor, cada lector y cada libro, parecían formar parte de un escenario que no existía en ningún otro lugar. La tinta todavía impregnaba mis dedos. El eco de las risas resonaba en mis oídos. Comprendí que lo más gratificante de todo habían sido los contactos hechos, los amigos que me visitaron y la gente que había encontrado. Todos ellos merecían la pena y lograron hacer de esta una jornada magnífica. Además, pude volver a ver cómo la literatura se abre paso en cualquier escenario, incluso en un centro comercial.



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Estás en el subsuelo, donde habitan las raíces, el lugar en el que este blog escarba hacia el infierno y escupe lo que encuentra. Aquí no hay frases bonitas, ni de autoayuda, ni vamos a colorear mandalas. Solo literatura oscura, crítica sin trinchera, dolor crónico y verdad sin anestesia. Si no te gusta, sigue perdiendo el tiempo con jueguecitos insulsos. Pero si algo de esto te remueve… ya no habrá marcha atrás.

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