Fame antigua
Segunda presentación de Habitación 216
Acabo de llegar a casa después de la presentación de mi novela: "Habitación 216" en el Teatro Municipal Princesa Doña Leonor en Boadilla del Monte. Al principio se han unido en mí una mezcla de expectación y tranquilidad. Entre los amigos que se han acercado, he encontrado algunos lectores interesados en la historia de Fernando y su viaje entre el duelo y el miedo.
Al abrir las puertas, unas diez o doce personas han comenzado a entrar. Algunas conocidas, otras nuevas, todas ilusionadas ante el espectáculo que iban a presenciar. Gracias a un ambiente tranquilo, íntimo y casi doméstico me permitió sentirme cómodo y concentrado desde el primer momento. He colocado cuidadosamente los ejemplares en la mesa y habiendo respirado profundamente miro el bodegón que he colocado en la mesa. No ha asistido un grupo brutal de gente. Más bien ha sido uno pequeño. Pero, eso sí, se han mostrado atentos, curiosos y amables. Gracias a esa cercanía se produjo una conexión inmediata.
Me he sentado en el borde de la mesa y me he presentado un poquito para proceder a describir mi proceso creativo y cómo ha evolucionado en el tiempo. He continuado con la narración del nacimiento de la historia de Habitación 216 y de dónde procede. He contado que Fernando vive entre dos realidades. De qué modo enfrenta la situación catárquica que padeció. Hemos dialogado sobre los elementos sobrenaturales de la historia entrelazándose con lo cotidiano y lo psicológico.
A medida que he ido hablando, he visto las miradas concentradas del público. Los gestos de sorpresa ante los descubrimientos mencionados. Sonrisas de reconocimiento al enumerar los momentos más dolorosos de la novela. La intimidad del grupo permitió que la conversación fluyera naturalmente: mientras iban formulando preguntas, haciendo comentarios certeros, e, incluso, risas compartidas cuando la tensión de la historia daba paso a algún momento inesperado.
Durante la sesión de firmas, las personas han adquirido ejemplares y se han acercado a conversar un poquito. Cuando estaba firmando alguno de los ejemplares, se produjo más de un momento especial. Cada firma ha ido acompañada de una breve conversación, un edificante “me ha gustado mucho” o un luminoso “no me lo esperaba” o "me ha sorprendido descubrir..." Todo ello ha logrado que la experiencia haya tenido un valor que no se mide en números. He podido comentar diferentes aspectos de la historia con cada lector de manera personal, y esas pequeñas interacciones me han recordado que la literatura no siempre necesita grandes aglomeraciones para cumplir sus objetivos.
Al finalizar, una sonrisa ha curvado mis labios mientras recogía los libros restantes y observaba a los asistentes despidiéndose. La noche fue tranquila y sencilla, pero muy gratificante. Hemos disfrutado de risas, palabras amables y una sensación de haber compartido algo genuino. He salido del teatro con la satisfacción de descubrir que aún no siendo multitudinario, ha conseguido lo más importante: crear un momento de conexión real entre los lectores y la historia.
Después, para comentar todo lo sucedido, hemos ido tomar algo. Ese encuentro me recuerda que la literatura es flexible que no siempre requiere grandes escenarios ni multitudes para ser importante, gratificante y maravillosa.
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